Agosto-2007
Se avecinan elecciones y la coyuntura es propicia para sugerir algunas reflexiones acerca del panorama político actual, en lo que a los partidos políticos se refiere.
Si en política colombiana primara la verdad, llamaríamos las cosas por su verdadero nombre. Renunciaríamos a llamar liberal al partido que por este nombre hoy se denomina y pasaría a conocerse mas bien como partido socialista colombiano o cuando menos socialdemócrata. Y no lo digo con menosprecio o burla; llamemos a las cosas por su nombre y liberal, liberal, no es un partido que arma pataleta y no vota afirmativamente un tratado de libre comercio con el más grande mercado del mundo. Pareciera sufrir de amnesia el que otrora se presentara como el partido abanderado de la libertad comercial. Si algo de sentido común hubiese también, el Partido Conservador empezaría por dejar tan insípido nombre en los anaqueles de su historia, renovándose para emprender la conquista del poder público. El partido de la U y Cambio Radical, por ejemplo, tienen cuando menos esa imagen de renovación que asiste a los nuevos partidos, a pesar de las problemáticas internas que puedan tener.
Las cosas no discurren generalmente por el sendero de lo ideal y debo decir que sí hallo en el país una tensión entre dos grandes modelos, sobre los que es necesario pronunciarse. Tal confrontación la vemos naturalmente en nuestra capital y es mucho lo que podemos ganar o perder. Está el Polo Democrático, o la confederación heterogénea y explosiva que lo compone: un proyecto que aún enmarca sus tesis dentro de una lógica de guerra fría, que apoya el fascismo chavista, que no tiene la seguridad como una de sus prioridades, que no comprende que la justicia social se logra siendo competitivos y aprovechando la globalización, un partido que aglutina a la gente por estar “contra” algo o alguien. Lamentable que el Partido Liberal tome también este camino. Menester es votar por fuerzas políticas que defiendan proyectos modernos y diferentes a este. En Bogotá evidenciamos esta tensión y perjudicial sería que el Polo saliere triunfante.
Pero de lo que se trata este escrito es fundamentalmente de anotar que hace falta la creación de un nuevo partido en Colombia. Un partido que retorne la dignidad a la política al asumir un compromiso ético firme, contra la corrupción y las mañas que ensombrecen a las instituciones. Que sea firme frente al terrorismo y las mafias, vengan éstas de donde vengan. Que promueva la competitividad, el aprovechamiento de la globalización, el libre mercado como medio para privilegiar a los más pobres. En suma, un partido comprometido con la libertad, la dignidad humana y defensor de la democracia liberal, que ocupe el centro político, un partido genuinamente moderno y popular. Y si el perspicaz lector algo familiarizado está con la política de la península ibérica, sabrá a qué tipo de partido me refiero y qué nombre le daría. Momento es entonces de decidir en las elecciones qué modelo queremos, pero de pensar también en nuevos horizontes para la política colombiana y el país.
Si en política colombiana primara la verdad, llamaríamos las cosas por su verdadero nombre. Renunciaríamos a llamar liberal al partido que por este nombre hoy se denomina y pasaría a conocerse mas bien como partido socialista colombiano o cuando menos socialdemócrata. Y no lo digo con menosprecio o burla; llamemos a las cosas por su nombre y liberal, liberal, no es un partido que arma pataleta y no vota afirmativamente un tratado de libre comercio con el más grande mercado del mundo. Pareciera sufrir de amnesia el que otrora se presentara como el partido abanderado de la libertad comercial. Si algo de sentido común hubiese también, el Partido Conservador empezaría por dejar tan insípido nombre en los anaqueles de su historia, renovándose para emprender la conquista del poder público. El partido de la U y Cambio Radical, por ejemplo, tienen cuando menos esa imagen de renovación que asiste a los nuevos partidos, a pesar de las problemáticas internas que puedan tener.
Las cosas no discurren generalmente por el sendero de lo ideal y debo decir que sí hallo en el país una tensión entre dos grandes modelos, sobre los que es necesario pronunciarse. Tal confrontación la vemos naturalmente en nuestra capital y es mucho lo que podemos ganar o perder. Está el Polo Democrático, o la confederación heterogénea y explosiva que lo compone: un proyecto que aún enmarca sus tesis dentro de una lógica de guerra fría, que apoya el fascismo chavista, que no tiene la seguridad como una de sus prioridades, que no comprende que la justicia social se logra siendo competitivos y aprovechando la globalización, un partido que aglutina a la gente por estar “contra” algo o alguien. Lamentable que el Partido Liberal tome también este camino. Menester es votar por fuerzas políticas que defiendan proyectos modernos y diferentes a este. En Bogotá evidenciamos esta tensión y perjudicial sería que el Polo saliere triunfante.
Pero de lo que se trata este escrito es fundamentalmente de anotar que hace falta la creación de un nuevo partido en Colombia. Un partido que retorne la dignidad a la política al asumir un compromiso ético firme, contra la corrupción y las mañas que ensombrecen a las instituciones. Que sea firme frente al terrorismo y las mafias, vengan éstas de donde vengan. Que promueva la competitividad, el aprovechamiento de la globalización, el libre mercado como medio para privilegiar a los más pobres. En suma, un partido comprometido con la libertad, la dignidad humana y defensor de la democracia liberal, que ocupe el centro político, un partido genuinamente moderno y popular. Y si el perspicaz lector algo familiarizado está con la política de la península ibérica, sabrá a qué tipo de partido me refiero y qué nombre le daría. Momento es entonces de decidir en las elecciones qué modelo queremos, pero de pensar también en nuevos horizontes para la política colombiana y el país.