miércoles, 12 de septiembre de 2007

Los enemigos de la paz

Agosto-2007
Repudio total el que nos causó a los incondicionales de la democracia y la libertad el asesinato de los once diputados a manos de las farc. Repudiables también las declaraciones de ciertas personas y grupos en relación con el hecho, muestras estas, en el mejor de los casos, de irredimible cretinismo político; en el peor, de cobardía y encubierta enemistad con la democracia liberal y la República.

El Polo Democrático esgrime un pusilánime comunicado; el expresidente Samper declara en semana.com que el acuerdo humanitario no debe tener en cuenta estas “coyunturas”; el grupillo timorato de columnistas de siempre (Felipe Zuleta et al) propone ridículas insinuaciones que no hacen más que legitimar el terrorismo; la directora de País Libre afirma que la situación se aconteció por la “radicalidad” de Uribe. No extraña, sin embargo, este comportamiento. Hace poco leíamos una tibia cartita de algunos “intelectuales” colombianos, lamentándose por la situación del país y asignando iguales responsabilidades al hampa guerrillera y al gobierno democrático. No extraña, pero no deja de ser cuando menos curiosa tal asimilación. Granda, tostándose bajo el sol caribeño e hinchándose de mojitos, lanzará algunos vivas a su adusta y falsa “revolución”. Y el gobierno será, equivocadamente, tenido por algunos como el responsable, aunque la culpa de las farc se vea con claridad.

En lúcido escrito de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) de España, Valentí Puig reúne un grupo de autores en torno a un concepto que encuentro ampliamente relevante con la situación colombiana: el buenismo político. Dice Puig: “El ‘buenismo’ es mucho más pasivo, (…) [es] frotar espaldas de aliados y adversarios (…) el buenismo lo nivela todo, todo merece la misma compasión, el mismo sentimiento, todo ‘preocupa’, ‘inquieta’. Ese sentirse preocupado e inquieto exime de la necesidad de hacer algo. La reacción emotiva sustituye la acción, por un efecto de desplazamiento narcisista.” Miquel Porta, en la misma publicación, anota que el “buenismo” trata de buscar una falsa paz al subyugar la libertad y la vida digna a esta, quiere imposibilitar la distinción entre guerra justa e injusta, propone la paz a cualquier precio sin importar la agresión del enemigo, y en su conformismo pacifista conduce a la ética del esclavo, sumiso y temeroso de la iracundia de su maestro.

Es imperativo entender que la República y democracia colombiana es legítima; que el narcoterrorismo no lo es y que el progreso depende ampliamente de la firmeza contra éste. El primer enemigo de la paz perdurable es el terrorismo. Aquellos que con sus tímidas maneras no lo condenan, permiten su fortalecimiento; esta inmoral cobardía permite que los terroristas roben, ultrajen y maten a los más humildes. No se queje aquella indiferente élite cuando las nuevas generaciones de colombianos les reclamen su miedo; cuando les ajusten el título de enemigos de la paz también. La auténtica revolución social del siglo XXI es democrática y antiterrorista. La “revolución” de las farc no es tal; es una empresa criminal y fascista. Sí, fascista, aunque nuestros insidiosos “intelectuales” jamás hayan leído a Hayek; y los verdugos en sus guaridas solo se aficionen por los estados contables de su depredación.

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