miércoles, 19 de diciembre de 2007

¿Carlos Gaviria = Hecatombe?

Noviembre-2007
Leímos la entrevista de Yamid Amat en El Tiempo del 4 de Noviembre, con una mezcla de incredulidad e indignación. Carlos Gaviria mostró, con impúdico exhibicionismo y envalentonado por ciertos resultados electorales, lo que fielmente guarda en los escondrijos de su personalidad.

Decía Gaviria que el delito político es “un alzamiento en armas con el objeto de derrocar a un gobierno o un sistema que se considera injusto para cambiarlo por otro justo y mejor.” Sepa el lector que en la sentencia de la Corte Constitucional que declaró inconstitucional la absorción de las lesiones personales y el homicidio como parte del delito político, Gaviria salvó su voto (C-456 de 1997). Pregunta Amat al respecto “¿Mantiene su posición contraria?” Responde Gaviria desvergonzado “Claro. Los rebeldes no se alzan en armas solo para decirlo, sino para combatir. Por tanto, el combate hace parte del delito de rebelión y sus consecuencias, no de muertes fuera del combate, hacen parte del delito de rebelión.”

Sin embargo, para Gaviria, el de los paramilitares no es ya delito político. A las guerrillas, dice el ex magistrado, sí hay que reconocerles estatus político. Dice más adelante el presidente del Polo Democrático que “lo que se ha considerado es que quienes buscan una sociedad mejor están delinquiendo por fines altruistas y por tanto, su propósito es menos perverso, que el de quienes delinquen para enriquecerse....” Y da la estocada final, expresando con desparpajo, “[Pregunta Yamid: Y la guerrilla tiene propósitos altruistas?] Todo grupo armado que dice que trata de buscar un sistema de gobierno mejor, tiene propósitos altruistas... “

Defender el delito político en Colombia es decir que la democracia y el Estado de derecho colombiano es un sistema “injusto” de plano e in abstracto. Además, equivale a decir que una violencia, en tanto política, es mejor que otra. Para Gaviria el homicidio y las lesiones personales serían mejores o justificables ante el sistema penal, si el móvil es político. Un cierto móvil político, de tendenciosa aplicación, puesto que para Gaviria los paramilitares no pueden tener el estatus político que a la guerrilla sí le reconoce. Es decir, la guerrilla puede matar y hay que tratarlos suavemente; los paramilitares no. ¿No es lo razonable decir que ninguno puede hacerlo? ¿Que no se debe tratar suavemente a ninguno de los dos? Para Gaviria, la violencia política de izquierdas es permisible y lo delitos hay que juzgarlos por sus motivos y no sus efectos, cuando debe ser al contrario.

No establece el exmagistrado la distinción más crucial para la supervivencia de un sistema democrático: desviación armada no es lo mismo que disensión democrática. La primera es inaceptable. La segunda merece todas las garantías. Gaviria no comprende que la esencia de la democracia liberal es permitir el disenso pacífico a su interior, pero ser inflexible con quienes, por las armas, busquen acallar las voces de sus contradictores. Debe buscarse, afirmamos, camino diverso al delito político, el cual debe dejar de existir.

Creíamos algunos que Gaviria era apenas un melifluo representante de eso que llaman la izquierda democrática, indecoroso, pero menguado e inofensivo, ‘a sheep in sheep's clothing’, en palabras de Churchill. Nos equivocamos. Tras de su facha achaparrada y bonachona, sus floridas disquisiciones y la santidad que se le endilga a quien clama ser voraz ratón de biblioteca y sapiente catedrático, se esconde el más antiliberal de los políticos. Retorcido que este profesor se cuelgue el pomposo título de “liberal radical”. Se dirá que Gaviria, no por comandar tan grandilocuente retahíla se escapa de tener una ingente dosis de cretinismo. Y que quienes este último vicio detentan poco daño hacen, al fin y al cabo. Tal vez. Pero los libros de historia demuestran que los bufones y los incapaces han sido expertos hacedores de entuertos, catástrofes y hecatombes.

Lo combatiremos con votos, aunque el exmagistrado siga soñando, románticamente, con la efectividad de las armas. Y siendo laxo y permisivo con quienes las empuñan para matar colombianos.