lunes, 30 de abril de 2007

Camaleónica Ideología

26-Julio-2006
Con grande curiosidad y no menor inquietud, observé como los que se decían fieles escuderos del actual gobierno, amenazaron disolver la coalición legislativa, nuevos amigos de los que antes eran sus enconados adversarios. Refiérome a Germán Vargas Lleras y a los parlamentarios de Cambio Radical. Pareciera no hacer referencia el nombre de su combativo partido al deseo de romper con la añeja y rancia política, sino a una predisposición más bien errática de impredecible accionar. Pero no es justa la crítica únicamente al rebelde partido, que la gula burocrática no es propia solamente a estos. En efecto, no fue con accionar equitativo y sereno con el que el resto de la bancada de gobierno actuó, y sus apetito desmedido ocasionó también la compleja y embarazosa situación.

Son varios los hechos y situaciones que dan relevancia a este suceso, que me inspira algunas reflexiones. En primera, la sencilla observación que muchos hacen: de tener una clara ideología, Vargas Lleras y Cambio Radical están dispuestos a sacrificarla con prontitud, en aras de una más satisfactoria repartición burocrática. Pareciera pues, que no son estos los fieles integrantes de la coalición gobiernista que antes creíamos. Ésta, por su parte, se evidencia frágil en extremo, pues pareciera detentar mayor poder la simple aritmética burocrática que la cohesión ideológica; situación que se hace extensiva a los diversos partidos que la integran. Se evidencia por tanto que más de un “uribista” no lo es en función primordialmente ideológica, sino circunstancial. Triste realidad que tomará forma definitiva al final del mandato presidencial que comienza.

De la crisis sin embargo, se extraen ejemplos varios de constantes dentro de la vida política nacional, al menos de mi tiempo. En primera, pesa más en Colombia el apetito burocrático que el compromiso ideológico. Por tanto, las alianzas son más bien situaciones espontáneas y circunstanciales y es por eso que muchos de aquellos que hoy se dicen “uribistas” antes eran firmes militantes de las más diversas tendencias. Y la historia se repite incesantemente, pues la camaleónica ideología pareciera ser pieza vital de incontables políticos. En segunda, se evidencia que en Colombia estamos lejos de procedimientos tendientes a paliar, al menos, el desaforado desorden que la repartición burocrática propicia. Problema este que aparece grandemente idealista de buscar resolver. Intrínseco es a la política el problema burocrático; perjudicial es que este se convierta en la primera y más importante consideración de ésta, donde el mérito y el justo procedimiento se vean relegados por la voracidad de algunos.

La política pues, está dominada de manera grande por la indefinición ideológica, por la apariencia. Muchos se dicen hoy “uribistas”, sin saber realmente qué implica este término. Para aquellos de nosotros, que como el Presidente creemos firmemente en la necesidad de un Estado pluralista, eficiente, libre de corrupción y de terrorismo, de una política económica que fomente el libre comercio y la productividad, de un juicioso manejo fiscal, entre tantas otras cosas, queremos un apoyo de fondo y no meramente de forma. Queremos firmeza ideológica y no oportunismo circunstancial y burocrático. En Colombia, donde la ideología política se construye alrededor de personalidades, bien vale la pena revisar cuál es, realmente, la ideología proclamada, y especialmente, aplicada, no solo por la susodicha figura, sino por sus seguidores. En efecto, creo yo que el “uribismo” se inserta dentro de una doctrina política y económica más amplia y con nombre propio, que defiendo, pero que por motivos de espacio no puedo exponer en esta oportunidad. ¿Cuántos de los actuales “uribistas” creen realmente en esta visión política? Muchos se han plegado al éxito del Presidente pero, ¿cuántos de éstos le seguirían si comenzare a caer en las encuestas?

La indefinición ideológica, sin embargo, no es exclusiva a algunos miembros de las toldas “uribistas”. Pareciera que en política, y en política colombiana, evidenciando la superficialidad con que grandes porciones del electorado reciben el mensaje, muchos tienden a la indefinición ideológica y a la construcción de fachadas amables para con la opinión pública. Considero que esta es en gran medida la explicación por la que tantos y tantas se presentan como de izquierda (o, mejor aún, de centro), independientes, propendiendo por la tan mentada “tercera vía” y demócratas, entre otras cosas. Y nada de malo tiene esto, pues muchos de los tan populares conceptos son loables y necesarios. A pesar de ello, es usual que dicho prontuario ideológico sea ambiguo y ampliamente flexible. Es así que éste se usa generalmente como herramienta mediática, aplicado con frugalidad en la práctica, donde la flexibilidad se convierte en la regla.

Las pasadas elecciones mostraron la fuerza ascendente de una izquierda sofista y de hipnotizante retórica y el Liberalismo, en su continuada búsqueda de un estado benefactor y socialdemócrata, está ansioso de nuevas batallas, a pesar de su vetusta propuesta. Según Maquiavelo, el pueblo “ve lo que parece ser; pero poco comprende lo que eres realmente.” Los camaleónicos políticos parecieran seguir el consejo, aunque tal vez tampoco comprendan lo que ellos son, obnubilados por el deseo de dominación burocrática y de la consecución del Poder. Naturalmente, algunos de ellos tal vez tampoco hayan leído a Maquiavelo, lo que habla mal de su conocimiento de la teoría política, pero decididamente bien del aprendizaje empírico de retórica y artimañas.

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