lunes, 30 de abril de 2007

Erróneos Paradigmas (I)

22-Febrero-2007
Son varios los descaminados paradigmas que a nuestro país hacen daño profundo. A grandes rasgos, diría que en el país se vilipendia el capitalismo, la globalización y el libre comercio, se tolera aún la desviación armada y se legitima todavía la generación de riqueza que esquiva la justicia de un verdadero imperio de la ley. Tales situaciones en perjuicio del país, que en razón de esto, poco crece, malamente se desarrolla, y pervive en medio de la pobreza y la violencia. Quisiera referirme en este sucinto escrito a los dos primeros temas; quede para futura ocasión, por restricciones de espacio, el tercero y algunos otros.

La Metamorfosis
Si quisiera alguien acometer obra de filantropía, debería enviar de viaje a China a miembros de diversos estamentos del país, particularmente a sindicalistas, a algunos académicos y forjadores de opinión y a miembros del partido Liberal y del Polo. Bien haría a Colombia que vieran cómo se desmonta el sistema económico comunista y se pasa a una economía de mercado, con generalizado éxito. Me acusará el escéptico lector de desestimar las diferencias entre China y Colombia. No las niego. Digo apenas que China es ejemplo perfecto del triunfo del sistema capitalista de libre mercado sobre las teorías que privilegian el manejo estatal de los medios de producción y, en suma, de la economía. Buena lección, que debiera abrir espacio para análisis de cierta altura, tendiente a incrementar nuestra competitividad. Lo resume A. Oppenheimer: “Un crecimiento anual [chino] de más del 9 por ciento en varias décadas, 60 mil millones de dólares en inversiones anuales, 250 millones de personas rescatadas de la pobreza (…)” Hoy, relata el mismo autor, gracias por ejemplo a la consagración de la propiedad privada y de los derechos de herencia en la Constitución de 2004, el Estado chino controla menos del 30% del producto bruto nacional y hay 3,8 millones de empresas en manos privadas.

Las libertades de los ciudadanos chinos son aún reprimidas, cuestión que contradice los ideales que acojo; sin embargo, el punto es que la metamorfosis económica china debiera, por si sola, motivar el estudio del falso paradigma que desdice de las economías de mercado como manera de crear, y generalizar riqueza para una población. Esto sin contar que, siguiendo a Friedman, la libertad económica traiga consigo mayores libertades civiles y políticas, tanto para los chinos como para los latinoamericanos.

¿Podrá competir Colombia contra China? Y no solo contra ella. Irlanda, diversos países asiáticos y los antiguos regímenes comunistas europeos –sujetos de metamorfosis similares a la china- se convierten en fuerte competencia. Aquí, aún no hay siquiera acuerdo sobre el modelo de desarrollo, y creen muchos que la globalización y la apertura comercial del mundo es fenómeno refrenable. Lastimera situación; a Colombia hace inmensa falta el debate informado, los acuerdos y la búsqueda de una mirada un tanto más objetiva de las realidades económicas, ajena ya al injustificado dogma.

Criando Cocodrilos
Voces muchas en este país, de tiempo atrás, han tolerado la desviación armada, con exhibición de erróneo vanguardismo. En un estado moderno y democrático, esta no debe tolerarse; solo así se puede asegurar la subsistencia de las libertades e instituciones y, eventualmente, de la paz. La coerción ha de ser facultad exclusiva del Estado y la desviación armada debe combatirse, venga de donde venga, de dentro o de fuera. Añejo es ya, entre otros, el ensalzamiento a guerrillas tenidas por “buenas”, cuyos antiguos integrantes poco se cansan de repetir las bondades de la violencia por ellos emprendida, así como de negar sus tendencias piromaniacas.

La absoluta oposición a las expresiones violentas y armadas debe convertirse en política de estado de nuestro país, garantizando así la estabilidad y prosperidad a largo plazo, política esta que debe mantenerse así busquen algunos permearla de duda. Considerar, por ejemplo, que porque un jefe de estado no tiene experiencia en combate o porque sus propios hijos no integran el ejército, este no puede comandar las fuerzas armadas, o explotar negativamente la situación de los heridos en combate -que si no fueron reclutados ingresaron por voluntad propia- o recubrirse de una actitud que pretende ser políticamente correcta pero que deviene en la inacción, son actitudes generalizadas de muchos, aquí y en países diversos, que son usadas específicamente para debilitar una necesaria política de estado. Es alto honor, de suma importancia, que un jefe de estado detente las características que se anotan y los heridos son dignos de admiración y sus reclamos de respetuosa consideración, pero no pueden estas cosas ser usadas por algunos para dañar una política imprescindible.

Lo dijo Churchill con magistral sapiencia, refiriéndose a la tesis del “appeasement” que tanto terreno permitió avanzar a la Alemania nazi. Al regreso de Chamberlain, tras la firma del Pacto de Munich, dijo Churchill: “Pudo usted elegir entre la guerra y el deshonor. Escogió el deshonor y tendrá la guerra.” No sin razón decía el primer ministro, “Un appeaser ( literalmente, apaciguador; algo así como pacifista) es aquel que alimenta un cocodrilo, esperanzado en que le devore de último.”

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